lunes, 26 de noviembre de 2012

La locura no tiene cura

El otoño ataca de nuevo. El temporal de viento y lluvia que ha azotado estos días el Levante español (me encanta esta frase, hace muy Telediario de TVE) y ciertas circunstancias personales me han tenido durante un tiempo en un estado pseudoalmodovariano de altibajos emocionales, irritabilidad, manía persecutoria, y de pensar, hacer y decir cosas que no tocaban, en general. En resumen, me estaba volviendo loca, en el sentido más familiar del término: “de poco juicio, disparatado e imprudente”, que es la segunda acepción recogida en el diccionario de la RAE, gracias al cual ahora sé que en Chile un loco es un molusco comestible (univalvo para más señas y cuya concha se puede utilizar como cenicero).

juana la loca

Pero basta de hablar de gasterópodos. Hablemos de mí, que es a lo que he venido. Consciente de mi estado, restringí mi contacto con otros seres humanos y me mantuve alejada de las redes sociales (no soy la única que piensa que Facebook debería implementar un botón de “incapacitar judicialmente” para publicaciones paridas en estado de enajenación mental transitoria) y, cuando estaba remontando la cuesta, una sugerencia llegada, de nuevo, de Londres (este blog tiene muchos seguidores en Gran Bretaña, por lo menos dos o tres), me hizo caer en la cuenta de la gran laguna temática que estaba dejando por cubrir. Aunque a esa sugerencia volveremos más tarde.

No quiero soliviantar a nadie, pero el que crea que está completamente cuerdo que tire la primera piedra. Locos en la historia ha habido muchos, y muchos incomprendidos a los que se ha tratado como tales sin ser ellos nada de eso. La locura − o lo que durante muchos años se ha entendido como locura (es decir, cualquier tipo de problema mental o simplemente una actitud subversiva) − y el arte siempre han ido de la mano, y la música no es una excepción. ¿Estáis pensando en Schumann? Os creéis muy listos… ¿Estáis pensando en Daniel Johnston? Malditos hipsters. Yo estaba pensando más bien en Shakira. No digo que tenga ningún trastorno, aunque por ahí circulan teorías extrañas sobre sus letras, pero me juego algo a que no soy la única que después de ver este vídeo y oír esta canción (Loca, 2010) no supo muy bien qué pensar, si realmente era Piqué el que le producía ese efecto o se le había ido la mano con el Prozac. Para mí, Rabiosa fue la confirmación de la teoría del Prozac.


¿Más? Gloria Trevi. A bocajarro. Ya hemos hablado en alguna ocasión de este personaje icónico del pop mexicano que en los años 80 y 90 encarnó precisamente esa subversión a la que nos referíamos antes. Consciente de su impacto, Trevi jugaba con el concepto de la locura y escribía estas canciones en las que decía que le apetecía tirarse por la ventana y que se ponía agresiva y qué sé yo, madre mía, qué sé yo. Doctor Psiquiatra (1989) fue uno de los grandes éxitos de esta fuerza de la naturaleza.


¿Queréis que suba la apuesta? Suma de conceptos. Borracho y loco (2010), de Los Huracanes del Norte. La locura de amor en conjunción con la intoxicación etílica ofrece resultados espectaculares. Peleándose con un parroquiano a botellazo limpio y besuqueando una foto. Y lo que es peor: con esas chaquetas.


Y si necesitáis más pruebas de que la enajenación por causas sentimentales es un peligro público, echad un vistazo a este vídeo de Merche. Abrigo de piel en verano, escote de tercer grado (que abarca dermis, epidermis y tejidos profundos) y a encararte con medio mercado de tu barrio en pleno ataque. El demonio de los celos, tan shakespeariano, tan inspirador. "Escucha atentamente, te lo cuento de repente" - no me lo quiero apropiar, es una frase de la artista.


Pero se que me ha quedado algo por el camino, concretamente en los 80, cuando la música era territorio de creaciones que no se sabía muy bien si hablaban de la locura, pero que podían llevarte a ella con un simple chasquido de dedos. O con un meneo de abanico. Me estoy refiriendo, cómo no, a Locomía. De qué mente salió aquello, nunca lo sabremos (en realidad en Wikipedia lo pone, pero es más dramático así). En qué estaba pensando, tampoco (eso ni en Wikipedia). Pero el visionado de este vídeo es el primer paso en el camino hacia la insania, lo aviso.


Había dejado algo en el aire, sí. Fue lo que me inspiró esta entrada (gracias, F.) pero va a servirme de epílogo. Hay otra especie en el lado opuesto. Ese tipo de personas que atraen como un imán a otros con todo tipo de taras psicológicas y que les (nos) sirven de desahogo y terapia gratuita. Sé que para ellos no es agradable. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. Si finalmente me vence la locura, si me vuelve a atacar y se me lleva por delante, quiero que me recoja alguien así, alguien como Ana Elena Pena o Gilbertástico (barriendo para casa, llámalo Ruzafa), que me saque del arroyo. Por favor. Lo del sexo automovilístico es opcional.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Fantasmas del pasado

Todo en esta vida tiene sus consecuencias. No pasa nada si eres consciente de ello y lo aceptas como mal menor. Cuando inicié mi particular viaje al pasado con la anterior entrada sobre canciones para una depresión efectiva, sabía que me iba a quedar atrapada en los 90, y aún así seguí adelante. No podía hacer otra cosa. Los 90, esa década hasta hace poco silenciada y ahora reivindicada por muchos, nos enseñaron la senda de la tecnofilia y el brillo, el hiperconsumismo y los préstamos hipotecarios. Y aún más, en los 90 nos abrimos definitivamente a las tendencias globales y empezamos a hacer cosas raras como sentirnos identificados con los chiquillos de Seattle o comprarnos cosas estampadas con la Union Jack. Nosotros sabríamos.

nunca mais 90210

En los 90, como joven/adolescente, se extendían frente a ti varias formas de expresión, y en este caso me centraré solo en lo musical dejando aparte, muy a mi pesar, temas clave como el nacimiento de las televisiones privadas y toda la felicidad que nos trajeron (llamémosle Sensación de vivir, La quinta marcha, VIP o Leña al mono que es de goma). Una primera vía era la que te permitía afirmar tu ego de protohipster con la escucha de músicos principalmente provenientes de:

a)      Gran Bretaña. El Britpop (y lo que no era Britpop pero también venía del otro lado del Canal) lo petaba entre un cierto sector de la población, aunque algunos de tus compañeros de clase hablaran de “esos grupos raros”. Puede que ellos no lo tuvieran en cuenta, pero si escuchabas a PJ Harvey, a Suede o a Pulp  (porque Blur y Oasis eran demasiado masivos) eras guay. Axioma.


b)      Estados Unidos. De los EEUU venía, como diría La Veneno, “tó lo máh grunge”. Soundgarden, Pearl Jam y cómo no, Nirvana, eran tus referentes porque la vida era una mierda aunque no vivieras en una sucia ciudad industrial de la costa oeste de EEUU sino en un pueblo de la huerta de Alicante. Por ejemplo.


c)      Dios sabe dónde. Nunca te han dicho: “¿Björk? ¿Y quién es ese?” Pues eso. Escuchar cosas provenientes del norte-norte de Europa (como The Cardigans o Gusgus) en época pre-boom de Internet eran puntos extra.


Pero si esa primera vía no te apañaba y valorabas más lo popular y la unión con el grupo, o bien si eras una persona ecléctica capaz de tocar todos los palos (porque los 90, como bien me apuntaba I., eran muy inclusivos), o con una gran capacidad para la ironía, se te ofrecía toda una gama musical de éxitos (incomprensibles) que escuchados hoy pueden hacer que te replantees toda tu vida:

a)      Canciones solo aptas para adolescentes. Y cantadas por adolescentes pero mucho me temo que escritas por alguna mente adulta bastante retorcida. Una de las más grandes: Enamorada del novio de mi amiga (1997) de A las 10 en casa. From Albacete to the world.


b)      Cualquier tema Euro-trash. Básicamente dance de factura europea, con abanderados como Whigfield, Ace of Base, la mítica two hit wonder Gala, con Come into my life (a mí me gusta llamarla Camps into my life) y Freed from desire y, en España, la no menos legendaria Rebeca. Duro de pelar (1996) es un clásico entre los clásicos y cualquiera que no se sepa el estribillo es un triste.


c)      El techno-pop. En general. Un género revolucionario para algunos y un invento completamente innecesario para otros. Aunque igual dependía de a quién escucharas. Si era Depeche Mode la cosa tenía su pase. Si eran OBK los que intentaban colártela, empezaba a tenerlo menos. Si era Viceversa, no colaba para nada. Pero solo por Ella aka “tu piel morena sobre la arena” (1993) merecen su lugar en la historia.


d)     Cantantes inesperados. Las revistas para chicas son parte fundamental de nuestro acervo cultural, pero también hicieron mucho daño. Cualquier hombre susceptible de ser portada de Súper Pop podía ser convencido por un productor sin escrúpulos para sacar un single. Jesús Vázquez se convirtió así en víctima y verdugo con Y yo te besé (1993).


Con todo esto, puede que a) sintáis nostalgia de vuestros años mozos b) os alegréis de no haber sido plenamente conscientes de esta época, si es que érais más jóvenes o c) miréis hacia atrás y digáis, orgullosos: “yo sobreviví”. En cualquier caso, espero no haberos provocado lesiones irreversibles. Es que a veces no me controlo. 

lunes, 12 de noviembre de 2012

Alegría de vivir

Yo no quería. Me he resistido con todas mis fuerzas. No quería caer ni hacer caer a nadie, pero el abismo atrae, el pozo es muy grande y cabemos todos. No lo había planeado así, pero una serie de acontecimientos recientes me obligaban a hacer lo que voy a hacer: primero G. me sugirió la idea, y después A. me pasó esta lista de Jot Down de canciones deprimentes que me hizo recordar la propuesta de G. Ahora es cuando diréis: “ah, ya, como no tiene ideas se va a copiar de la Jot Down”. Pues no, listos, a mí me ha pasado como a Pablo Berger con Blancanieves: The Artist se estrenó primero, pero a él se le había ocurrido antes. Así que a quién vais a creer, ¿a unos tipos que se hacen los guays editando una revista trimestral en blanco y negro o a mí?

En fin, independientemente de lo que queráis creer, y de que el tema esté muy trillado, hay algo que está claro: como dice A., “si hay que regodearse, mejor hacerlo con estilo”. Yo, de vez en cuando, sucumbo a esos momentos de insistencia en el bajón, y para ello tengo mi colección particular, que se renueva periódicamente y que incluye piezas relativamente recientes como Where dreams go to die, de John Grant, El dolor del miembro fantasma, de Fernando Alfaro o Love more, de Sharon Van Etten. Todas ellas invitan a ovillarse en la cama y dejarse morir, como está mandado en estos casos.

cortavenas

Sin embargo, al margen de fetiches personales, existe todo un repertorio de canciones cortavenas que han marcado a generaciones enteras. Y aquí de nuevo voy a pisar el terreno de lo masivo. Porque esto va así: un éxito cortavenas NO lo eliges tú. Te persigue, está en todas partes y puede sonar en el momento más inoportuno. Por ejemplo, si naciste en los 70 te has deprimido sí o sí con Love will tear us apart, de Joy Division. Yo no lo tenía claro, pero la escuché hace poco durante una despedida y el efecto fue inmediato. Es la típica canción-trampa, parece que ese ritmillo contagioso va a ser todo positividad, pero cuando te descuidas te has echado la soga al cuello y el resto de la noche solo vas a ir a peor. Una delicia para depresivos ochenteros y/o modernas revivalistas.


Si hay una generación que lo haya tenido fácil para revolcarse en el lodo de la tristeza es la de los nacidos entre finales de los 70 y principios de los 80. Si eras adolescente en los 90, ante ti se abría todo un abanico de posibilidades para fustigarte y poner cara tristona mientras pensabas en tus miserias puberales escuchando canciones que te recordaban que eras una mierda. Cualquier persona de entre 25 y 35 años medianamente sana debería señalar Creep (1992), de Radiohead, como una de las canciones más deprimentes que ha escuchado en su vida, y añadiré que debería haberla cantado a grito pelado en algún momento de la misma. Ahí lo dejo.


Si digo que en los 90 había todo un océano de posibilidades para la delectación en la desgracia es porque lo había. Efectivamente, como todos sabemos un gran éxito cortavenas es por definición mainstream, ya que debe ser capaz de aglutinar el regodeo miserable colectivo en un acto de catarsis potencialmente reconfortante (o potencialmente autolítico). Y no hay ningún cortavenas más mainstream que Everybody hurts (1992) de R.E.M. Si no te da penita ver a Michael Stipe, tan poca cosa él, encogidillo, paseando por la autopista como si su vida no valiera un euro (ya es decir) es que no tienes humanidad ni nada que se le parezca.


Pero si en la primera mitad de los 90 todavía no te habías querido morir con alguna de estas, qué sé yo, porque tal vez eras demasiado joven o estabas ocupado disfrutando con los Juegos Olímpicos de Barcelona o la Expo de Sevilla y sus insuperables mascotas, no había problema. La tendencia al decaimiento continuó durante unos años, y los éxitos bajoneros seguían lloviendo gracias a bandas como Placebo. Without you I'm nothing (1998) es otro básico de la autoconmiseración adolescente y no tan adolescente; si la simple visión de Brian Molko no había acabado con tus ganas de vivir esta oda a la falta de autoestima lo acababa haciendo, seguro.


Los nacidos a finales de los 80 y principios de los 90 lo han tenido todavía más fácil. Son prácticamente nativos de Internet y han podido tener acceso a material lacrimógeno mayoritario y minoritario, de cualquier parte del mundo, en cualquier momento. Pero el hecho de que tengas la posibilidad de autocompadecerte sin freno con cualquier herramienta musical a tu alcance con solo utilizar un dedo para hacer click no significa que el hit autoflagelatorio global haya muerto. Hace un par de años, sin ir más lejos, volvió a pasar: señoras y señores, el gran cortavenas de 2011 y 2012, la mujer que consiguió que todo el planeta hiciera pucheros mientras recordaba una ruptura mal resuelta, un pelotazo destrozavidas, un arma de destrucción masiva en toda regla. Someone like you, de Adele.


A estas alturas deberíais estar recordando alguna relación pasada o a alguien a quien tenéis lejos, quizá metidos en la cama echando unas lagrimillas o buscando en las páginas amarillas en teléfono de un buen psicólogo (qué demonios, todos tenemos un amigo psicólogo en paro). Si no es así es que el efecto repetición os ha insensibilizado contra los cortavenas masivos. Tendremos que hacernos nuestra propia lista, ¿os empiezo una y la seguís?

BONUS TRACKS:
- Nick Cave & The Bad Seeds, Into my arms
- Nacho Vegas, La pena o la nada
- The Magnetic Fields, All my little words
- Damien Jurado, Cloudy shoes
- ... (aquí tu hit cortavenas)

viernes, 9 de noviembre de 2012

Typical Spanish

Voy a confesar un pecado. Uno de los gordos, de los capitales. Envidia, y de la mala. Tengo envidia de otro blogger. En fin, las típicas rencillas 2.0. El blogger en cuestión es un amigo mío, italiano para más señas, que relata en una bitácora francamente divertida sus peripecias en esta tierra de flores, luz amor y petardos de todas las clases a la que llamamos Valencia. Tengo envidia de mi amigo porque, desde su posición de alien, todo resulta, me imagino, nuevo y sorprendente, por no decir alucinante. Mi capacidad de sorpresa por lo que me rodea es, por el contrario, limitada. Admitámoslo, él tiene más temas a su disposición. Así que he pensado que, mientras no sea extranjera en otro país, solo tengo una solución: pensar como una guiri. Pero como una de libro.

typical spanish

El portal oficial de Turismo de España ofrece este hermoso comentario acerca de su riqueza cultural: “España es, sobre todo, un mosaico de culturas. Heterogéneas. Antiguas y modernas. Cultas y populares. Sagradas y profanas. Plurales y diversas. La amplitud de sus culturas atrae. El patrimonio histórico deslumbra. Y la fuerza vital de sus gentes fascina. La cultura española es riquísima y abarca todas las formas de expresión.” Frases cortas. Puntos y seguido. Siempre queda guay. Es así. Todo el mundo lo sabe. Pero dejémonos de chorradas, a nadie le importa la cultura sagrada, ni la profana. La gente quiere fiesta. La gente quiere comer.

Tengo hambre, empecemos por lo último. Cuando un extranjero visita España, salvo excepciones, hay una frase que trae preparada sí o sí: “¿dónde puedo comer paella?” No quiero crear controversia, como cualquier persona que ha vivido en Valencia he sufrido disturbios a causa de la paella. La receta de la paella puede provocar rupturas de relaciones, peleas, asesinatos. Hay una larga lista de Dos y Don’ts que, para acabar de redondear el asunto, es personal e intransferible. Ciertamente, existe un cierto consenso en cuanto a los elementos básicos, pero sacar el tema puede ser peligroso. En Alemania todo esto les importa una mierda. Y hacen la paella como les sale del casco prusiano (money talks…):


Para quien no quiera pringarse con estos peliagudos asuntos, la gastronomía española ofrece una amplia gama de alternativas: el gazpacho, el cocido, el pescaíto frito, las bravas… greatest hits de la typical cuisine hispánica. Menos conocidos, pero no por ello menos apetitosos, son los macarrones caldosos. Suena raro, de acuerdo, pero la gran Dolores Vargas “La Terremoto”, pionera de la rumba pop, los convierte en un must:


No lo olvidemos, hay otra cosa que llama la atención a los extranjeros, y que es un complemento perfecto para la gastronomía: la fiesta. Es así, España recibe todos los años millones de visitantes ansiosos por corroborar lo que otros visitantes les han contado: En ninguna otra parte encontrarás tanta diversión hasta el amanecer, porque en España la fiesta nocturna continúa hasta más allá de salir el sol.” Ellos quieren salir, quieren beber, quieren pasarlo bien. Quieren bailar toda la noche, como Sonia y Selena en el TEMAZO MÁS GRANDE JAMÁS COMPUESTO:


Pero en fin… sí, la cultura también es un reclamo, y en cuanto a cultura hay un referente inexcusable para todo el que llega de fuera: el flamenco. O lo que sea. Hay que tener en cuenta una cosa, el flamenco puro no es para todos los oídos, así que hay que diversificar, fusionar, experimentar. ¿Que salen cosas horteras? Efectos colaterales. No pasa nada, unos cuantos maromos, unas palmas y todo es exportable. Melody lo intentó con Los Vivancos en 2008, para variar, vía Eurovisión. Qué arte:


De acuerdo, hagamos un repaso a nuestra particular recopilación de tópicos: tenemos comida, tenemos fiesta, tenemos flamenco... nos faltan tópicos: la playa, el sol... Un momento, tengo algo para eso. Me vais a perdonar pero la preselección para Eurovisión 2008 dio mucho de sí. Se llama Arkaitz y, muy amablemente, nos ha confeccionado la lista con todo lo que nos faltaba: guitarra, sol, calor, playas que invitan a soñar (quiero entender que no se refiere a la del vídeo), niñas enamoradas... Y Un olé. Cómo no. Ahora ya me siento como una guiri. Y si no, al menos, puedo ser guía turística.


lunes, 5 de noviembre de 2012

Europearls

Voy a lanzar un interrogante al aire: ¿sabéis lo que va a ser de vosotros dentro de seis meses? No hago la pregunta con afán catastrofista, solo quiero corroborar una realidad. De aquí a mayo yo, por ejemplo, podría haber muerto atropellada por uno de esos remolques que redistribuyen las bicis municipales en Valencia (improbable, pero no imposible), podría haber perdido dos dedos de una mano fileteando una pechuga de pollo, podría haber ganado un Euromillones con bote y encargado la redacción de este blog a un negro (no soy racista) o podría haber emigrado a China y vivir de la acuicultura de gambas a gran escala. Quién sabe. Y por eso voy a hablar de Eurovisión right here, right now.

kit eurovisivo

Como algunos sabéis soy una gran fan del festival desde pequeña; así me educaron, para amar los concursos de música ligera y el europeísmo. Mis veladas eurovisivas siempre han sido fuente de estupendos recuerdos, en ellas he sufrido, cantado y comido como si se acabara el mundo, siempre rodeada de gente maravillossa. Soy consciente de que esto me convierte a los ojos de muchos en una hortera de bolera, pero no, no me importa, no tengo por qué esconderme. Reconozco que Eurovisión tiene un posillo kitsch, y reconozco también que ofrece algún que otro espectáculo de aquellos que yo describo como estupefacientes (y no me refiero a los autodenominados frikis que buscan epatar casi por la fuerza sino a esos momentos en los que la buena intención pierde la batalla ante la cruda realidad)... pero todo eso es precisamente la salsa del festival. Lo diré de otra manera. Voy a intentar explicar por qué me gusta Eurovisión:

  • Me gusta Eurovisión porque es un escaparate de tendencias: Eso lo tiene siempre en cuenta le Royaume Uni /United Kingdom, un país capaz de lo mejor y de lo peor, culturalmente hablando. Ellos tienen a Shakespeare, a Oscar Wilde, a los Beatles y a Monty Python, pero también a Gina G, australiana residente en el Reino Unido desde 1993. En pleno furor de los noventa, del tecnologismo, el brillo galáctico y los colores flúor, Gina se plantó sobre el escenario con dos monitores apagados y dos bailarinas pasadas de revoluciones. El resultado fue digno de una crisis epiléptica, al más puro estilo Pokémon, y Just a little bit (1996) se convirtió en un clásico.


  • Me gusta Eurovisión porque también mantiene vivas las tradiciones: Suecia es un clásico de Eurovisión desde los tiempos de ABBA, y desde los tiempos de ABBA siguen confiando en la música disco para llevarles a la victoria. Así que en 2002 vistieron a tres señoras de bola de discoteca (el concepto "no te queda bien" no entraba en sus esquemas) y las pusieron a animar a Europa con  toda su vehemencia sueca y más bien poca delicadeza. Las Afro-dite coronaron su participación en el festival con una ensalada de gritos a la altura de la ocasión. Con Never let it go iban a comerse el mundo, pero se comieron otra cosa.


  • Me gusta Eurovisión por la ilusión de sus participantes: No sé si es algo que hay en el agua del grifo de las islas, si alguien me lo puede confirmar lo agradeceré, pero lo de ir pasado de rosca en Eurovisión es cosa muy british. En 2003 Chris Cromby y Gemma Abbey saltaron a sobre las tablas con esa misma energía bajo el nombre artístico de Jemini. Contaban con todos los elementos indispensables: una guitarra española para el punto latino (tocada por un señor que bailaba en la retaguardia), una chica guapa (que parecía no saber muy bien dónde estaba) y un simpático muchacho de mejillas sonrosadas (al que le habría dado igual estar solo sobre el escenario). Cero puntos y el lanzamiento de su disco cancelado. El título de su canción, Cry baby, les venía que ni pintado.


  • Me gusta Eurovisión por su espectacularidad: Eurovisión es luz, color, bombo y platillo. Eso vale lo mismo para el eje franco-alemán que para los PIGs. Ejemplo, Portugal. Los portugueses se distinguen por haber mantenido una línea más que digna a lo largo de su historia eurovisiva, aunque nunca con demasiado éxito. Tal vez por ese motivo en 2006 decidieron rendirse a las tendencias de lo-importante-es-la-puesta-en-escena y sorprendernos con esta que conjugaba un vestuario entre el cabaret y la artesanía en lana de carneiro con múltiples fallos de afinación y aullidos a destiempo, que poco ayudaron a las Nonstop en su cruzada por colocar Coisas de nada en un puesto decente.


Hace cosa de un año una amiga me presentó a su pareja adjuntándole una especie de nota a pie de página sobre mí: "tiene un defecto, que le gusta Eurovisión". Creo recordar que puse una cara rara, y pensé si tendría razón. Pero después llegó mayo, monté una cenaca en casa, hice empanadillas (la comida debe poder ser consumida sin apartar la vista de la tele), invité a unos amigos, trajeron más comida, más bebida, criticamos atuendos e interpretaciones con total impunidad y tras completar la catarsis festivalera anual me dije: "defecto no, de defecto nada". Os invitaría a la próxima, pero ya sabéis, las invitaciones masivas acaban mal. Tendréis que conformaros con esta muestra. Seguro que me habéis entendido.