No quiero soliviantar a nadie, pero el que crea que está completamente cuerdo que tire la primera piedra. Locos en la historia ha habido muchos, y muchos incomprendidos a los que se ha tratado como tales sin ser ellos nada de eso. La locura − o lo que durante muchos años se ha entendido como locura (es decir, cualquier tipo de problema mental o simplemente una actitud subversiva) − y el arte siempre han ido de la mano, y la música no es una excepción. ¿Estáis pensando en Schumann? Os creéis muy listos… ¿Estáis pensando en Daniel Johnston? Malditos hipsters. Yo estaba pensando más bien en Shakira. No digo que tenga ningún trastorno, aunque por ahí circulan teorías extrañas sobre sus letras, pero me juego algo a que no soy la única que después de ver este vídeo y oír esta canción (Loca, 2010) no supo muy bien qué pensar, si realmente era Piqué el que le producía ese efecto o se le había ido la mano con el Prozac. Para mí, Rabiosa fue la confirmación de la teoría del Prozac.
¿Más? Gloria Trevi. A bocajarro. Ya hemos hablado en alguna ocasión de este personaje icónico del pop mexicano que en los años 80 y 90 encarnó precisamente esa subversión a la que nos referíamos antes. Consciente de su impacto, Trevi jugaba con el concepto de la locura y escribía estas canciones en las que decía que le apetecía tirarse por la ventana y que se ponía agresiva y qué sé yo, madre mía, qué sé yo. Doctor Psiquiatra (1989) fue uno de los grandes éxitos de esta fuerza de la naturaleza.
¿Queréis que suba la apuesta? Suma de conceptos. Borracho y loco (2010), de Los Huracanes del Norte. La locura de amor en conjunción con la intoxicación etílica ofrece resultados espectaculares. Peleándose con un parroquiano a botellazo limpio y besuqueando una foto. Y lo que es peor: con esas chaquetas.
Y si necesitáis más pruebas de que la enajenación por causas sentimentales es un peligro público, echad un vistazo a este vídeo de Merche. Abrigo de piel en verano, escote de tercer grado (que abarca dermis, epidermis y tejidos profundos) y a encararte con medio mercado de tu barrio en pleno ataque. El demonio de los celos, tan shakespeariano, tan inspirador. "Escucha atentamente, te lo cuento de repente" - no me lo quiero apropiar, es una frase de la artista.
Pero se que me ha quedado algo por el camino, concretamente en los 80, cuando la música era territorio de creaciones que no se sabía muy bien si hablaban de la locura, pero que podían llevarte a ella con un simple chasquido de dedos. O con un meneo de abanico. Me estoy refiriendo, cómo no, a Locomía. De qué mente salió aquello, nunca lo sabremos (en realidad en Wikipedia lo pone, pero es más dramático así). En qué estaba pensando, tampoco (eso ni en Wikipedia). Pero el visionado de este vídeo es el primer paso en el camino hacia la insania, lo aviso.
Había dejado algo en el aire, sí. Fue lo que me inspiró esta entrada (gracias, F.) pero va a servirme de epílogo. Hay otra especie en el lado opuesto. Ese tipo de personas que atraen como un imán a otros con todo tipo de taras psicológicas y que les (nos) sirven de desahogo y terapia gratuita. Sé que para ellos no es agradable. Es un trabajo duro, pero alguien tiene que hacerlo. Si finalmente me vence la locura, si me vuelve a atacar y se me lleva por delante, quiero que me recoja alguien así, alguien como Ana Elena Pena o Gilbertástico (barriendo para casa, llámalo Ruzafa), que me saque del arroyo. Por favor. Lo del sexo automovilístico es opcional.