Como algunos sabéis soy una gran fan del festival desde pequeña; así me
educaron, para amar los concursos de música ligera y el europeísmo. Mis veladas
eurovisivas siempre han sido fuente de estupendos recuerdos, en ellas he
sufrido, cantado y comido como si se acabara el mundo, siempre rodeada de gente maravillossa. Soy consciente de que
esto me convierte a los ojos de muchos en una hortera de bolera, pero no, no me
importa, no tengo por qué esconderme. Reconozco que Eurovisión tiene un posillo kitsch, y reconozco también que ofrece algún que otro espectáculo de aquellos que yo describo como
estupefacientes (y no me refiero a los autodenominados frikis que buscan epatar casi por la fuerza sino a esos momentos en los que la buena intención pierde la batalla ante la cruda realidad)... pero todo eso es precisamente la salsa del festival. Lo diré de otra manera. Voy a intentar explicar por qué me gusta Eurovisión:
- Me gusta Eurovisión porque es un escaparate de tendencias: Eso lo tiene siempre en cuenta le Royaume Uni /United Kingdom, un país capaz de lo mejor y de lo peor, culturalmente hablando. Ellos tienen a Shakespeare, a Oscar Wilde, a los Beatles y a Monty Python, pero también a Gina G, australiana residente en el Reino Unido desde 1993. En pleno furor de los noventa, del tecnologismo, el brillo galáctico y los colores flúor, Gina se plantó sobre el escenario con dos monitores apagados y dos bailarinas pasadas de revoluciones. El resultado fue digno de una crisis epiléptica, al más puro estilo Pokémon, y Just a little bit (1996) se convirtió en un clásico.
- Me gusta Eurovisión porque también mantiene vivas las tradiciones: Suecia es un clásico de Eurovisión desde los tiempos de ABBA, y desde los tiempos de ABBA siguen confiando en la música disco para llevarles a la victoria. Así que en 2002 vistieron a tres señoras de bola de discoteca (el concepto "no te queda bien" no entraba en sus esquemas) y las pusieron a animar a Europa con toda su vehemencia sueca y más bien poca delicadeza. Las Afro-dite coronaron su participación en el festival con una ensalada de gritos a la altura de la ocasión. Con Never let it go iban a comerse el mundo, pero se comieron otra cosa.
- Me gusta Eurovisión por la ilusión de sus participantes: No sé si es algo que hay en el agua del grifo de las islas, si alguien me lo puede confirmar lo agradeceré, pero lo de ir pasado de rosca en Eurovisión es cosa muy british. En 2003 Chris Cromby y Gemma Abbey saltaron a sobre las tablas con esa misma energía bajo el nombre artístico de Jemini. Contaban con todos los elementos indispensables: una guitarra española para el punto latino (tocada por un señor que bailaba en la retaguardia), una chica guapa (que parecía no saber muy bien dónde estaba) y un simpático muchacho de mejillas sonrosadas (al que le habría dado igual estar solo sobre el escenario). Cero puntos y el lanzamiento de su disco cancelado. El título de su canción, Cry baby, les venía que ni pintado.
- Me gusta Eurovisión por su espectacularidad: Eurovisión es luz, color, bombo y platillo. Eso vale lo mismo para el eje franco-alemán que para los PIGs. Ejemplo, Portugal. Los portugueses se distinguen por haber mantenido una línea más que digna a lo largo de su historia eurovisiva, aunque nunca con demasiado éxito. Tal vez por ese motivo en 2006 decidieron rendirse a las tendencias de lo-importante-es-la-puesta-en-escena y sorprendernos con esta que conjugaba un vestuario entre el cabaret y la artesanía en lana de carneiro con múltiples fallos de afinación y aullidos a destiempo, que poco ayudaron a las Nonstop en su cruzada por colocar Coisas de nada en un puesto decente.
Eurovisión mola, molt. Un concurs on igual va María de los Ángeles Santamaría que Alf Poier no pot ser xungo. Ans al contrari, ha de ser sublim...
ResponderEliminarMassiel rules!
EliminarDesde México!, Soy muy fan de tu Blog!
ResponderEliminarJajaja, agradecida y emocionada, yo soy muy fan tuya también!
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