1) Rouco Varela tiene razón, vivimos una crisis de valores: los puestos ofrecen crucifijos a cascoporro. Sin
embargo, no parecen venderse. Algo pasa.
2) Caminamos hacia un sistema de
movilidad más limpio: las bicicletas están de moda. Sobre todo, por piezas.
3) Se confirma la teoría del caos:
en el mercadillo, el orden no vende. Si quisieras orden irías a Ikea. Los
puestos con más morralla sin clasificar son los más concurridos.
Y lo que más nos interesa: el ser humano no
puede vivir sin música: cientos y cientos de casetes (leer ca-se-tes), vinilos y cedeses tapizan las lonas de los
vendedores como flores de plástico que brotan para alegrar nuestra primavera
dominical. “Alegradme el día”, les digo yo, y me dejo sorprender por sus
misterios.
Veréis, hay una serie de básicos de la música
de rastro que nadie puede dejar de conocer, artistas cuya trayectoria parece
destinada a terminar sobre la manta de un vendedor ambulante. Pero que dan
lustre a esa manta. Que en esa manta lo petan. Uno de ellos es Rumba 3, un trío
de rumberos barceloneses formado en los 60, que durante años ha cosechado
éxitos en los escenarios de medio mundo y también en sus gasolineras. Su No sé, no sé es especialmente mítica, y
todos la hemos oído alguna vez. Y si alguien lo niega, es que no es de fiar.
Otro ejemplar omnipresente en el ámbito de la
segunda (en el mejor de los casos) mano, es, por algún motivo, Pepe Domingo Castaño. Años, muchos
años antes de atronar nuestros oídos con gritos de guerra como “otro purito” o
“Coronita, uh – Coronita, uh”, lo hacía con su personal interpretación de la
canción melódica. Fiel a sus gafas de concha y a sus raíces gallegas, hecho un
galán y con un pelazo envidiable, Pepe Domingo probó suerte en la música con
temas como Neniña mientras seguía dedicado a la radio y ganaba su primer premio Ondas (sí, ahora diréis que ganar un Ondas es como sacar
una calcamonía en una bolsa de Fritos, pero él tiene cuatro y vosotros, probablemente, ninguno). El
resto es historia, incluido su regreso al mercado musical por la vía
secundaria. Del vídeo no desvelo nada más.
El Max Mix, volúmenes del 1 al 12, todos
ellos fáciles de encontrar en cualquier rastro que se precie. Tanto que una se
pregunta si existen tantas copias circulantes o si realmente el secreto es que
no se venden. Sea como fuere, el Max Mix es el decano del Megamix en España,
por obra y gracia de Mike Platinas y Javier Ussía, y superventas de todos los
superventas en los años 90. Sí, en el rastro también hay un hueco para la
innovación.
Con el tiempo las personas cambian, las
costumbres se abandonan, los gustos se transforman, la adolescencia queda atrás
y los discos de esa época, si no dan un poco de vergüencica, al menos sí
ocupan un espacio que se puede aprovechar para guardar cualquier otra cosa,
como por ejemplo las obras completas de Tolstói o las memorias de José María Aznar, según el grado de masoquismo/ironía de cada uno. Por eso en todos los
rastros los antiguos ídolos de masas, como Los Pecos, tienen un lugar preferente. El fenómeno
fan, como los yogures, tiene fecha de caducidad.
Pero si hay un estilo que cope los puestos de
los rastros, tanto en formato casete como en CD, ése es la música infantil. Y
no es de extrañar, a la vista de engendros productos como la saga de Los
pitufos makineros, la música que Herodes elegiría como hilo musical en su
castillo. En su momento el Defensor del Menor no tomó cartas en el asunto y no
vamos a cuestionar decisiones pasadas, pero si esto ha acabado en una zoco callejero junto a teclados de ordenador a los que les falta el la
barra espaciadora y pomos de puerta desgastados, si es así yo digo que se ha
hecho justicia. Dedicado a todos aquellos que piensan que Luis de Guindos se parece a Gargamel.
Podría pasarme el día hablando de la música
de mercadillo, podría repasar las mil y una sorpresas que guarda el
mercado del disco usado (por no decir – injustamente – despreciado), pero
entonces no tendríais la necesidad de explorarlo por vosotros mismos, y en ese
caso, ¿dónde quedaría mi labor social, eh? Salid, muchachos, recorred rastros y
mercadillos, dejad que os dé el aire y rebuscad cual señora en las rebajas. Los
productos musicales brutos merecen una segunda vida.
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