Así, queridísimos, os contaré cómo A. y yo conseguimos pasar tres días en el Arenal Sound, compartiendo espacio, entre otros VIPs, con Keira Knightley (quién sabe si con Letizia Ortiz, tan metida ella en el rollo hipster), sorteando los peligros de botellones de proporciones bíblicas y caminos sin asfaltar y alimentándonos únicamente de pizza. De dormir en el camping nada, eso en mi camita, no querréis que encima sufra.
Día 1: A. está fresca, pero yo encaro el primer día de festival apenas 24 horas después de un turno de 24 horas, OJOCUIDAO, por lo que procuro ingerir alimentos suficientes para resistir la jornada y completo el calentamiento con una siesta de tres cuartitos de hora, que ya no tenemos 18 años. Subimos al coche. A. no es consciente de ello y yo no se lo digo, pero no me sé el camino. Así voy yo por la vida. Aún así, llegamos sin mayores problemas. No solo eso, sino que encuentro el parking. En realidad el parking es como un bancal en barbecho, hay tierra seca por todas partes, el coche bota a lo París-Dakar (o lo que quiera que sea ahora) y por un momento pienso que la escena solo puede acabar así:
O así:
Afortunadamente, no ocurre ninguna de las dos cosas, y consigo dejar el coche a buen recaudo. Segundo paso: buscar el recinto de conciertos. Preguntamos a un empleado de la organización. "Dicen que hay un camino por ahí abajo". Dicen que si tomas cocacola y petazetas te mueres, estoy tentada de contestarle, pero no. Buscamos el camino. Existe. Divisamos Burriana Beach. Sorprendentemente, la programación es milimétrica y los conciertos empiezan con puntualidad británica (A. me apunta que la puntualidad británica es un mito, pero nos entendemos), lo cual supone que llegamos tarde.
Nosotras no somos como esa gentuza que va a los festivales por la fiesta, hemos ido por la música e incluso estamos dispuestas a irnos si empezamos a pasarlo demasiado bien, así que vemos nuestro primer concierto, nos damos por satisfechas por el momento y nos vamos a cenar como unas señoras. Ah, sí, la crónica musical. Manel a mí es que no me matan. A. dice que le gusta mucho su versión de Common people. Por mí podrían haberla dejado estar.
Fuera del recinto no hay tanto talibanismo musical, y al salir nos encontramos con el mítico macrobotellón del Arenal. En mi imaginación, el infierno es como el paseo marítimo del Arenal prolongado ad infinitum. Nunca acabas de atravesarlo, siempre huele a orines y productos químicos, y de fondo no suena Highway to hell, sino Juan Magán, y de hecho así era:
Con todo esto, debo decir que la primera pizza (tomate, mozzarella, champiñones, handmade pizza, nada de gorrinadas de Domino's) me sentó de maravilla. A la vuelta, segundo paso por el paseo infernal. Como sé que esperáis mi opinión sobre el concierto de The Kooks, os diré que me pareció muy bien. Al salir, intento de robo. Mi bolsa del CSIC cortada con un cúter, arruinada, como el mismo CSIC. Qué ironías tiene la vida. Abandonamos el recinto por segunda vez para evitar males mayores y regresamos para el show de Meneo, que gana mucho con la pandilla de ménades danzantes luciendo tiburón sobre el escenario. A las 4 de la madrugada, el nudismo siempre es una opción ganadora. Si Toda loca no forma parte de vuestro repertorio estival, debería:
No quiero desperdiciar la ocasión para señalar la cortedad de miras de los directores de eventos veraniegos. Cualquiera con un poco de olfato habría programado a Julio Iglesias en su festival. Yo veo un claro Bamboleo con Julio feat. Meneo.
Y visualizo también una escena parecida a esta:
O así:
Afortunadamente, no ocurre ninguna de las dos cosas, y consigo dejar el coche a buen recaudo. Segundo paso: buscar el recinto de conciertos. Preguntamos a un empleado de la organización. "Dicen que hay un camino por ahí abajo". Dicen que si tomas cocacola y petazetas te mueres, estoy tentada de contestarle, pero no. Buscamos el camino. Existe. Divisamos Burriana Beach. Sorprendentemente, la programación es milimétrica y los conciertos empiezan con puntualidad británica (A. me apunta que la puntualidad británica es un mito, pero nos entendemos), lo cual supone que llegamos tarde.
Nosotras no somos como esa gentuza que va a los festivales por la fiesta, hemos ido por la música e incluso estamos dispuestas a irnos si empezamos a pasarlo demasiado bien, así que vemos nuestro primer concierto, nos damos por satisfechas por el momento y nos vamos a cenar como unas señoras. Ah, sí, la crónica musical. Manel a mí es que no me matan. A. dice que le gusta mucho su versión de Common people. Por mí podrían haberla dejado estar.
Fuera del recinto no hay tanto talibanismo musical, y al salir nos encontramos con el mítico macrobotellón del Arenal. En mi imaginación, el infierno es como el paseo marítimo del Arenal prolongado ad infinitum. Nunca acabas de atravesarlo, siempre huele a orines y productos químicos, y de fondo no suena Highway to hell, sino Juan Magán, y de hecho así era:
Con todo esto, debo decir que la primera pizza (tomate, mozzarella, champiñones, handmade pizza, nada de gorrinadas de Domino's) me sentó de maravilla. A la vuelta, segundo paso por el paseo infernal. Como sé que esperáis mi opinión sobre el concierto de The Kooks, os diré que me pareció muy bien. Al salir, intento de robo. Mi bolsa del CSIC cortada con un cúter, arruinada, como el mismo CSIC. Qué ironías tiene la vida. Abandonamos el recinto por segunda vez para evitar males mayores y regresamos para el show de Meneo, que gana mucho con la pandilla de ménades danzantes luciendo tiburón sobre el escenario. A las 4 de la madrugada, el nudismo siempre es una opción ganadora. Si Toda loca no forma parte de vuestro repertorio estival, debería:
Y visualizo también una escena parecida a esta:
Pero cada palo que aguante su vela, el que quiera contar con mi sabiduría musical que la pague. Especifico sabiduría musical porque de la otra tengo poca. Regresamos a la zona de aparcamiento en busca del coche, y ésta resulta no tener ningún tipo de iluminación:
A.: ¿Pero no te habías fijado cuando lo hemos dejado?
Yo: Pueeesssseessstooo... ¿sí?
El camino de cabras que lleva al parking está oscuro cual boca de lobo, lo que en la práctica supone que no deberíamos adentrarnos en él, a riesgo de ser asesinadas y descuartizadas por un criminal sádico o, más probablemente, caer en una acequia y no encontrar el coche. Esto se traduce, versión edulcorada, en "En la playa de Burriana, esperando para ver el amanecer #FantasticLife". Y así.
¿Conseguimos encontrar el coche? ¿Nos caímos a la acequia? Mañana, la segunda entrega de esta cosa.
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