“Paseo
mi mirada por el cielo / por si acaso con la suya coincidiera”. Ayer estaba
leyendo estos versos de Yamil Butayna, poeta árabe del siglo VII que lloraba así
la ausencia de su amada (nótese cómo me tiro el moco de manera totalmente
gratuita), y caí en la cuenta: el final del verano llegó y tú partirás, Dúo Dinámico dixit. En
estas fechas emblemáticas de separaciones, de interrupción de los amores
estivales por el regreso a la ciudad, de tú a Móstoles y yo a Valladolid aunque siempre nos quedará Oropesa, vuelve el drama de la lejanía. Las
relaciones a distancia son un mal invento. No lo digo por experiencia, solo
hablo de oídas, como buena española, pero es un hecho que la falta de contacto
es un gran obstáculo.
El
origen de la comunicación por internet está ligado al e-mail, que siempre
quedaba más cerca del género epistolar a la antigua usanza: ¿recordáis cuando
todavía redactábamos los correos como si fueran cartas? Entonces vais siendo
viejos. Los foros y este estribillo machacón de Tam Tam Go! no tardaron mucho
más en llegar: “Te di todo mi amor arroba love punto com” (Atrapados en la red, 1999). Más que un amor a distancia
es un amor a ciegas, porque parece ser que él solo conoce su nombre, el resto
se lo imagina. A veces es mejor así. Paseos virtuales, compras online… pura
metáfora. “Para qué quiero más si me da
lo que quiero tener” – el chico se conforma con un amor platónico y/o escribe a
una sola mano (con perdón).
Con el tiempo llegaron la Web 2.0 y las redes sociales, con Facebook y Twitter a la cabeza. Reconozcámoslo, a muchos de nosotros nos costaría acostumbrarnos a vivir sin Facebook (¿privacidad? ¿quién quiere privacidad?). Estamos poseídos por Facebook. Porque Facebook, en realidad, es el demonio. Conozco gente que ha tenido que desinstalar la aplicación de Facebook del móvil porque el Mal estaba entrando en su interior a través de él. Paradójicamente, hay quien encuentra el amor en esta red social. Personas como Danilo Parra (un ídolo juvenil en varios países de Latinoamérica), que no creían en el amor hasta que les llegó el friend request adecuado. Y ahora se pasan el día así: “te hago un toque, te doy un toque, y devuélveme el toque, toque, dame un toque, te doy un toque, un toque que dure toda la noche”. Y venga, y venga, y venga.
Y Twitter, ¿también es el demonio? Pues claro. Que se lo digan a mi amiga Lourdes, que cada vez que tuitea sube el pan. Pero la pasión también tiene cabida entre gorjeo y gorjeo, eso lo sabe bien Prynce “El Armamento Lirical”. El peruano es un especialista en música y redes sociales, amén de bachillerato en Justicia Criminal y barbero. Barbero, reggaetonero y tuitero, aunque tampoco le hace ascos a Facebook. Él tiene a su nena del Twitter, que está pendiente de que se conecte y le conteste los mentions, porque tienen un “amor de lejos”. De todas formas, él lo tiene claro: “esto es una red social, ten cuidao con lo que escribas que te pueden chotiar (cotillear)”. Prynce es un tipo discreto y le contesta por DM, por si acaso.
Pese a
todo, el ser humano se las ingenia para encender y mantener viva esa llama a través de cualquier medio de comunicación a su alcance. En el principio
fue la carta, pero internet la mató. Una pena. En fin, yo no escribo cartas de
amor, soy anti-eso, pero supongo que hay costumbres peores. Las palabras de amor
ya no se guardan en los cajones sino en los servidores, lo cual es una pérdida
para la industria papelera pero no necesariamente para la musical. Los artistas
de la canción están siempre atentos a todo lo que pasa a su alrededor, porque
todo es potencial fuente de inspiración, y también han cantado a estas pasiones
en red.
Dos
años después, con el ciberespacio superpoblado de chatrooms, nuestros admirados
Camela dedicaban un tema a esos encuentros afortunados que llenan la red de
pasión, dicho por ellos mismos, en Amor.com. Yo lo podría explicar, pero Dioni y Ángeles lo
hacen mejor: “amor y cariño punto com, es el dominio de los dos”, sencillamente
magistral, cualquier comentario adicional sería superfluo. Eso sí, se ahorran la parte en la que ella descubre que él le ha
mandado una foto falsa y él, que ella no tiene 25 años sino 52. Cosas que
pasan. Porque pasan. Por más que en el vídeo estén todos muy monos y muy aparentes.
Con el tiempo llegaron la Web 2.0 y las redes sociales, con Facebook y Twitter a la cabeza. Reconozcámoslo, a muchos de nosotros nos costaría acostumbrarnos a vivir sin Facebook (¿privacidad? ¿quién quiere privacidad?). Estamos poseídos por Facebook. Porque Facebook, en realidad, es el demonio. Conozco gente que ha tenido que desinstalar la aplicación de Facebook del móvil porque el Mal estaba entrando en su interior a través de él. Paradójicamente, hay quien encuentra el amor en esta red social. Personas como Danilo Parra (un ídolo juvenil en varios países de Latinoamérica), que no creían en el amor hasta que les llegó el friend request adecuado. Y ahora se pasan el día así: “te hago un toque, te doy un toque, y devuélveme el toque, toque, dame un toque, te doy un toque, un toque que dure toda la noche”. Y venga, y venga, y venga.
Y Twitter, ¿también es el demonio? Pues claro. Que se lo digan a mi amiga Lourdes, que cada vez que tuitea sube el pan. Pero la pasión también tiene cabida entre gorjeo y gorjeo, eso lo sabe bien Prynce “El Armamento Lirical”. El peruano es un especialista en música y redes sociales, amén de bachillerato en Justicia Criminal y barbero. Barbero, reggaetonero y tuitero, aunque tampoco le hace ascos a Facebook. Él tiene a su nena del Twitter, que está pendiente de que se conecte y le conteste los mentions, porque tienen un “amor de lejos”. De todas formas, él lo tiene claro: “esto es una red social, ten cuidao con lo que escribas que te pueden chotiar (cotillear)”. Prynce es un tipo discreto y le contesta por DM, por si acaso.
La
verdad es que después de todo esto casi me entran ganas de volver al correo
ordinario. La tinta, como un resto casi orgánico de la persona que escribe, el
trazo, tan físico, una representación gráfica del alma, el papel, la celulosa, la deforestación del Amazonas.
¿Que por qué no escribo cartas de amor, entonces? Contestaré con una frase muy
de persona apedreable: porque hay amor en todo lo que escribo. Toma ya.