lunes, 10 de septiembre de 2012

Ars insultandi

Para quien no lo sepa, es decir, casi todo el mundo, vivo a un par de calles de un hotel de lujo. Dos calles son lo único que me separa de las habitaciones con jacuzzi y cama celestial (marca registrada). Bien, en realidad dos calles y una cuenta corriente… dejémoslo en corriente. Pero, sea como sea, el lujo tiene una trastienda, y yo paso por ella de vez en cuando; las ventanas de la cocina dan al exterior y por ellas se cuelan olores y voces furtivas, como las que el otro día decían con un deje de cabreo: “otra vez a hacer las papas de los cojones”. De repente pensé, por un lado, en los clientes del hotel, extasiados de bienestar y, por otra, en las bambalinas de ese teatro, en las que resuena la vulgaridad de la que los primeros se refugian en sus terrazas privadas. Supongo que hay cosas que es mejor no saber.

Por suerte no puedo recibir piedras físicas, pero que tire la primera el que nunca haya hecho un comentario inconveniente a espaldas de otro. O por qué no decirlo claramente, el que nunca se haya cagado en alguien que se acaba de girar. Personalmente, no tengo ningún problema con los insultos “encubiertos”. Es más, llamadme rara pero lo que no me gusta es que me insulten en mis narices. Eso sí, si alguien lo hace, por favor, que lo haga con propiedad.

Insultos

El insulto correctamente ejecutado, para el que decide hacerlo cara a cara, requiere un mínimo de conocimientos. Si alguien necesita referencias bibliográficas, Pancracio Celdrán publicó hace unos años El gran libro de los insultos, una obra sin duda imprescindible. Pero también se puede insultar cantando, y en esto hay una indiscutible Master of the Universe: Paquita la del Barrio.

Paquita, rotunda (en todos los sentidos) mexicana nacida en 1947, de nombre completo Francisca Viveros Barradas, inició su carrera musical en 1970, tras una infancia difícil y dos matrimonios no muy exitosos. Pero no es hasta 1984, después de una serie de peripecias (muchas peripecias, la biografía de la cantante es realmente cinematográfica y de hecho ya se ha planteado llevarla a la pantalla) cuando Paquita publica su primer disco. Su paso por televisión la lanza a la fama de manera instantánea y convierte su restaurante del DF, Casa Paquita, en lugar de peregrinación. Desde entonces, 32 discos más, algunas películas y muchos premios, entre ellos un Billboard.

Con su grito de guerra “¿me estás oyendo inútil?”, Paquita la del Barrio pone voz (amén de un extra de mala leche y un topping de saña) a las letras de Manuel Eduardo Toscano para arremeter contra actitudes machistas en temas como Pobre pistolita, Viejo rabo verde o Taco placero. Pero la canción que define como ninguna el estilo de Paquita, la que reúne todas las cualidades de intérprete y letrista, la que constituye una verdadera joya del improperio en habla hispana es Rata de dos patas. No se puede dejar a alguien por los suelos con más clase. Porque Paquita la del Barrio no es que insulte, es que convierte el vilipendio en un arte. Y así, sí.


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