No me acababa de atrever a incluir algo tan etéreo aquí (aunque mira, ya lo he hecho), pero esto me trajo a la memoria otras colaboraciones memorables que hicieron vibrar nuestros corazones, quizá más por la arritmia provocada por el impacto que por la emoción en sí. Con las colaboraciones pasa un poco como los trabajos en grupo, esto lo sabe cualquier estudiante. En principio parece una buena idea aunar fuerzas y capacidades para conseguir una sinergia creativa, pero a la hora de la verdad te das cuenta de que no es tan fácil. Y es que la música no es matemática.
¿Que por qué digo que la música no es matemática? Porque para empezar aquí se da que, a veces, más por más es igual a menos. Me
explico: ego, artistas… son cosas que no pocas veces van de la mano. Y no digamos en el
caso de las divas de la canción. Como Mónica Naranjo y la recordada Rocío Jurado, paradigmas las dos de la cantante volcánica con chorrazo de voz. Pues
bien, cuando dos intérpretes de esas características deciden poner toda la carne
en el asador y pasar de un dueto a una pelea de gatas para ver quién puede más, la
cosa corre el riesgo de salirse de madre en cualquier momento, con los consiguientes gallos,
alaridos y desgarros vocales. Una vez que lo hayáis escuchado, no podréis olvidarlo (por cierto,
la orgía de gritos empieza en el minuto 4:30).
También puede darse el efecto contrario y, respondiendo esta vez a las leyes matemáticas, menos por menos resulta ser igual a más. Menos,
porque es difícil, y creo que no descubro nada, tener menos voz que Sara Montiel y Alaska, y más, porque Sara siempre, siempre, siempre es más. No se
puede ser más barroca, no se puede pasar más del playback, no se puede llevar
con más arte el leopardo y no se puede más en general y en concreto. Alaska hace lo que
puede, pero le falta ese paso por Hollywood que te da tu buen rebozado de glamour. Fangoria con Sara Montiel, Absolutamente (2009).
Con ciertas combinaciones el resultado es mucho más incierto, y enseguida entenderéis a qué me
refiero; ¿recordáis cuando Ana Botella decía aquello de que no se pueden juntar peras con manzanas? Pues era mentira (y no me refiero a la pera nashi que, contrariamente a la creencia popular, no es un cruce de pera y manzana). Lo que no se puede juntar es a Willie Nelson con Julio Iglesias. O lo que es lo mismo, una leyenda del country con…
Julio Iglesias. No se puede juntar la chaqueta cruzada y el pantalón sobaquero con los shorts cortados y el sombrero de cowboy,
o sí, pero allá cada cual con su conciencia. Todo esto pasó el 4 de julio de
1986 sobre un escenario de Austin, Texas, y aún permanece fresco en nuestra
memoria: To all the girls I've loved before.
Pero lo
mejor de las colaboraciones es que, para cagarla, a veces no tienes ni que
esforzarte. Tú te quedas sentada en tu casa viendo el programa de Mariló Montero o lo que sea, y otros cogen tus temas y los remezclan. Eso es lo que
hizo Isabel Pantoja con los Pumpin’ Dolls, un dúo de productores a los que
recordaréis (o no) por sus colaboraciones con decenas de renombrados artistas. Allá por 2005 ellos le dijeron: “Isabel,
¿te remezclamos?” y ella contestó: “ah, pues vale” (esta recreación no es
necesariamente exacta). Su remix de Se me enamora el alma ha quedado como un
clásico para los amantes de la canción extraviada. Como dato diré que, ese
mismo año, los Pumpin’ Dolls se separaron.
Pero no se vayan, aún hay más. Quizá la respuesta no esté en las matemáticas, sino en otras ciencias. Y eso lo sabe bien Paulina Rubio, protagonista ella misma de colaboraciones de infausto recuerdo. Como dice en Y yo sigo aquí: "tu química con mi piel hace carga positiva, tu química con mi piel hace carga positiva, y cuando me acerco a ti hay una bomba explosiva". Pues cuidado con esas reacciones, porque sus efectos pueden ser devastadores, como los que se derivan de este dueto de Raphael y Alejandro Sanz, y lo digo arriesgándome de que las fans de Sanz me llamen pendeja ignorante. Hay cosas que deberían quedarse donde están: La fuerza del corazón en los 90, Raphael en su repertorio y Alejandro en Miami y sin acceso a estudios de grabación. Lo digo como lo siento.
Sé que me dejo muchas colaboraciones infernales, seguro que todos recordaréis alguna, pero lo cierto es que la resistencia humana tiene un límite, no queráis ponerlo a prueba. El caso es retener la idea. ¿Recordáis ese momento de la noche en el que no identificáis realmente qué os puede haber sentado mal? Es porque hay demasiadas posibilidades. Mezclar es peligroso, si no sabes cómo..