Si tu
familia está metida en el mundillo artístico, tu padrino es Lucchino Visconti y
tienes un apellido con el que puedes hacer lo que te dé la gana, la verdad es
que te está muy mal no dedicarte a la farándula. Miguel Bosé, Papito − Papitwo ya − sin ir más lejos. Miguel, que
vive en los últimos tiempos, para alivio de muchos, más dedicado a su faceta familiar que a la musical
(es papi de two hijos, por si no habíais pillado el juego de palabras), consagró
sus años mozos a formarse como artista en escuelas de París, Londres, Nueva
York y Roma. Si la formación no le merecía la pena, al menos el viaje sí. Uno
de sus primeros éxitos fue este Linda (1977),
del que si bien es cierto que el cantante nunca ha renegado, cabe destacar que es uno de los temas más cínicos de la historia de la música. Básicamente un
tipo que le recuerda a su churri, antes de que “se unan sus cuerpos”, que está
pensando en otra. Pero que vamos allá. A ver qué cara se te queda si te sueltan eso. O igual es que no lo entendemos bien,como él no entiende el 80% del indie.
Otro caso de pasado bastante enterrable y sin embargo no enterrado (eso es un ejercicio de valentía que hay que reconocer) es el de Melendi. Melendi, nacido Ramón Melendi Espina, a la sazón compañero de clase de Fernando Alonso, ha virado su carrera (todo en teoría) hacia el rock, se ha planchado el pelo, se ha apuntado al gimnasio y se ha convertido en un tipo duro a lo Bon Jovi (sí, esa comparación es lo que es) que canta a barbies de extrarradio. Pero, años ha, Melendi era un tirillas con unas rastas bastante sospechosas que se dedicaba al flamenquito, con el que cosechó grandes éxitos como este Mi rumbita pa’ tus pies (Sin noticias de Holanda, 2003), que era lo que él decía que petaba la radio. Inexplicablemente, no se equivocaba y, más inexplicablemente aún, la sigue petando.
Otro caso de pasado bastante enterrable y sin embargo no enterrado (eso es un ejercicio de valentía que hay que reconocer) es el de Melendi. Melendi, nacido Ramón Melendi Espina, a la sazón compañero de clase de Fernando Alonso, ha virado su carrera (todo en teoría) hacia el rock, se ha planchado el pelo, se ha apuntado al gimnasio y se ha convertido en un tipo duro a lo Bon Jovi (sí, esa comparación es lo que es) que canta a barbies de extrarradio. Pero, años ha, Melendi era un tirillas con unas rastas bastante sospechosas que se dedicaba al flamenquito, con el que cosechó grandes éxitos como este Mi rumbita pa’ tus pies (Sin noticias de Holanda, 2003), que era lo que él decía que petaba la radio. Inexplicablemente, no se equivocaba y, más inexplicablemente aún, la sigue petando.
Sé que voy
a entrar en un terreno pantanoso. Pese a que para algunos son un referente en
cuanto a moda, otros muchos desearían que los 80 no hubieran existido nunca. Pues no puede ser. Si los 80 no hubieran existido, muchas
personas, entre ellas servidora, no habríamos nacido, con lo que sería imposible que
yo estuviera escribiendo esto y totalmente incoherente que vosotros lo
leyérais, lo cual crearía una paradoja espacio-temporal que podría hacer que el
Universo implosionara. Si mis conocimientos de astrofísica no me engañan, claro. Así que lo siento por Thalía y Paulina Rubio, que tuvieron su momento de
gloria como estrellas adolescentes en el grupo Timbiriche. Melenazas cardadas,
maquillajes imposibles, el glamour de la lycra, el ídolo adolescente, Quinceañera. (1987). Y aún lo son. Ídolos, no quinceañeras.
Al
final de todo, esto me va a servir para confirmar mi teoría: YouTube son los
padres. Es decir, que YouTube es como esos padres que guardan tus fotos vestida de espantaja (no era culpa mía, era mi padre que combinaba mal los colores), o en la bañera
metiéndote el pie en la boca, y cuando menos te lo esperas se las enseñan a
todo el mundo. No tiene por qué ser tan malo, puedes aprovechar para reírte tú
también. Pero, en todo caso, no, cualquier tiempo pasado no fue mejor. El presente (y quién sabe si el futuro)
pueden estar, al menos, relativamente bien. Qué demonios, pueden estar hasta muy bien. Así que ánimo y buena suerte.
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