jueves, 14 de febrero de 2013

Quiéreme si te atreves

Todos los años me pasa igual. Intento sustraerme a las circunstancias, ignoro a la cajera de Mercadona que se empeña en que me lleve la cajita de cinco bombones por un euro, procuro no alterarme por la proliferación de corazones en calles y escaparates y no digo nada, porque si dices que San Valentín es una fiesta B y que es el colmo de lo hortera, te expones automáticamente a que te llamen amargada y quién sabe si cosas peores. Así que pasaré por alto el hecho de que el 14 de febrero se puede convertir en una trampa mortal para corazones rotos y solitarios en particular y personas con buen gusto y criterio estético en general e intentaré un enfoque más constructivo. Si no tenéis pareja podéis seguir leyendo por pasar el rato (total, no os espera nadie – humor negro) o volver directamente a la primera entrada de este blog (por favor, la titulé Love sucks, ¿a quién quiero engañar?). Si la tenéis, esto os interesa, porque vais a convertir vuestra celebración de San Valentín en una PRUEBA DE AMOR.


Este sábado, y haciendo gala de nuestro inusitado sentido de la contradicción, I. y yo disfrutábamos de un concierto muy bien mientras, entre canción y canción, hablábamos de cosas muy mal. Si me atreviera, haría una crónica del concierto, pero como estoy un poco verde para eso me limitaré a reproducir la conversación.

- El otro día estaba viendo la tele – dije yo – y pusieron un anuncio del disco de Mujeres y hombres y viceversa. Y lo mejor era cuando decían “enamora a tu pareja con la música de ‘Mujeres y hombres y viceversa’”. Yo no querría enamorar a alguien a quien pudiera enamorar con esa música, la verdad.
- ¿Por qué no? – preguntó I.
- Pues por razones obvias…
- Pero lo podrías convertir en una prueba. Si tienes un novio hipster y lo convences de que te compre el cd de Mujeres y hombres y viceversa y es más, de que lo escuche contigo, ese es el hombre de tu vida. Eso es TRUE LOVE.

Como siempre, I. tenía razón. La música de San Valentín, es decir, la música que se empeñan en que escuchemos por San Valentín, es una prueba de fuego. Y no me refiero a cosas como el concierto de Andrea Bocelli en HD desde Portofino que me han anunciado hoy en el cine, ni a Il Divo y similares, ni a recopilatorios de baladas. Hablo de cosas peores. Hablo de  la versión musical de caminar sobre brasas. Does he love me I wanna know / How can I tell if he loves me so? Intenta esto. Si, efectivamente, tienes un/a novio/a hipster, digamos modernillo/a, digamos cultureta o gafapasta (me gustan los sustantivos epicenos porque me ahorro la barra/a), empieza fuerte. Ponle Noche se sexo de Decai. Si te dice que pensaba que tú no eras así y sale corriendo en su fixie, es que lo vuestro no tenía que ser. Pero si es amor verdadero, esta noche ya tienes plan.


Una cosa muy bonita, un detalle personal y emotivo que tu pareja hipster apreciará mucho porque tiene esas referencias, es hacer un mixtape. No una playlist de Spotify, no un cd. Una ca-se-te de toda la vida con los títulos escritos a mano y (para muy artistas) algún dibujo que anime el tema. Hacer un buen mixtape es cosa difícil. Como decía el protagonista de Alta fidelidad, se trata de utilizar las palabras de otros para expresar lo que tú sientes (al menos eso dice en la película, no voy a mentir, no me he leído el libro). Pues bien, practica la estrategia del desconcierto. Entre Good Fortune, de PJ Harvey, y Hidden Place, de Björk, cuélale un buen melocotonazo de Carlos Baute. Cualquier tema puede servir, pero Quién te quiere como yo está especialmente indicado para probar a la chica hipster, por su machismo subyacente (me vais a perdonar pero estoy estudiando cosas de perspectiva de género) y sus apenas veladas referencias menstruales (“quién entiende tus días de cambios”). Si de verdad te quiere intentará hacerte cambiar. Por tu bien.


Pero puede que tu chico/a no sea hipster, ni gafapasta, ni nada. Entonces, ¿cómo probar su amor? Exacto, tendrás que valerte de tácticas más agresivas. Un hipster tiene un umbral de tolerancia más bajo que el común de los mortales, o eso te quiere hacer creer. Sin embargo, todos tenemos una capacidad de resistencia limitada. Hay un momento en el que la palabra “kitsch” te parece un eufemismo y pasas a “hortera” o "cutre". Normalmente el límite se sitúa en el punto en el que las palabras “hortera” y "cutre" se te quedan cortas. Aquí, por ejemplo. La canción de Berni, el osito enamorado, una creación de una compañía alemana dedicada a los productos para telefonía móvil. En el mundo del politono lo petó. ¿Será tu churri capaz de soportarlo por ti?


No lo creeréis, pero hay un escalón más. Yo lo describiría así, y permitidme la referencia mitológica. Si cuando Orfeo bajó al inframundo a rescatar a Eurídice hubiera tocado esto para enternecer a Hades, en vez de permitirle regresar con su amada el dios de los muertos le habría hecho tragar la lira y le habría echado de una patada en el culo. Sabed, pues, que estáis jugando con fuego. Pero si escucháis esto juntos y sobrevivís como pareja, nada podrá ya separaros. Bueno, alguna cosilla, pero vamos, tranquilos. Preparad la insulina y no os alejéis demasiado del cuarto de baño. El politono más empalagoso de la historia llega para poner a prueba vuestro amor. Snuffi. Peluchito.


No quiero ser responsable de rupturas. Mejor dicho, no me hago responsable de rupturas. Si hay algún problema, esta no es mi letra, no vengáis a buscarme. Pero por si acaso, por si todo sale mal, siempre queda resistir y atrincherarse. Ahora no pongo a prueba vuestro límite bajo, esta va de buena fe. Pero solo porque es San Valentín. Enamorados o no, aguantad como podáis.

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