jueves, 11 de abril de 2013

La bicicleta

No me lo digáis, estáis hartos de los días mundiales. Los días mundiales (de las cosas más insospechadas) son la última de las plagas bíblicas, aunque el Antiguo Testamento, por lo que sea, no los contemple como tales. Llamadme tiquismiquis, pero admitir a trámite el Día Mundial de la Nutella (por muy básica que sea en cualquier dieta equilibrada), el Día Mundial del Inodoro (que sí, que es muy higiénico y que tú tienes mucha complicidad con tu váter, como Natalia Verbeke, pero me da igual), o el Día Mundial de las Batallas de Almohadas (sin comentarios) me parece un signo más de la decadencia de la humanidad, junto con la corrupción generalizada y los churros en spray de Mercadona.

Dicho esto, hay un día mundial que, por diversos motivos, me parece digno de ser celebrado y blogueado, por qué no decirlo. Me refiero al Día Mundial de la Bicicleta. La bici celebra su día mundial el 19 de abril, tras lo cual hay una historia muy interesante que, por supuesto, no me he molestado en investigar. Para eso tengo a mi experta de Todobici Valencia (tengo que perfeccionar esto de la publicidad subliminal) que lo cuenta mucho mejor:

"¿Cómo? ¿Qué el día de la bicicleta es el 19 de abril? ¿Pero no se celebra a mediados de septiembre una marcha ciclista por la ciudad? Pues no. En España se organizan todos los años actos ciclistas el Día de la Movilidad Sostenible, que tampoco está mal, pero no es el Día oficial de la Bicicleta. Por una razón muy simple: El Día de la Bicicleta conmemora el primer viaje, no del creador de la bicicleta, ni de Contador o Armstrong, si no del científico que sintetizó una sustancia prohibida, el ácido lisérgico. ¿Bicis y LSD? Sí, todo tiene explicación.

Un buen día, allá en la Suiza profunda de 1943, el químico Albert Hofmann estaba con las probetas en el laboratorio farmacéutico Sandoz (ahora Novartis) estudiando las propiedades medicinales del Claviceps purpurea, más conocido como CORNEZUELO, un hongo parásito cuyas propiedades delirantes se conocen desde la Edad Media. Ahí estaba Hofmann, aislando y sintetizando los activos del famoso hongo cuando accidentalmente absorbió una minúscula cantidad de la sustancia. El hombre empezó a sentir una agradable sensación, que estaba volando en un sueño y los colores se movían con efecto caleidoscópico. Vamos, que flipó, y así descubrió los alucinantes efectos del ácido lisérgico. A Hofmann le gustó la mandanga y quiso más. Tres días después se convirtió en una cobaya humana, se preparó 0,25 miligramos de ácido y bajo su propio riesgo, allí mismo, con su bata blanca en un serio laboratorio suizo, se tomó el primer tripi de la Historia.

Al terminar la jornada, Hofmann le pidió a su asistente que por seguridad, le acompañara a casa, que se sentía muy raro. Corrían tiempos duros, y por restricciones de la guerra estaban prohibidos los vehículos de motor, así que pillaron sus bicis y recorrieron el camino a casa. Embriagados por la luz del sol y la naturaleza, este viaje en bici se convirtió en la primera epifanía psicodélica sunshine acid:
"Poco a poco empecé a disfrutar una serie sin precedente de colores y formas jugando persistentemente detrás de mis ojos cerrados. Imágenes fantásticas surgían, alternándose, variando, abriendo y cerrándose en círculos, explotando en fuentes, reacomodándose e hibridizándose en un flujo constante". 
La proyección de fractales en su consciencia,  le abrió una nueva puerta de percepción desconocida, en unión con la naturaleza, el planeta y su bicicleta:
"Tuve la sensación de que veía la tierra y la belleza de la naturaleza como era cuando fue creada. Fue una experiencia maravillosa. Un renacimiento, ver la naturaleza bajo una luz nueva..."*
Tripis (en ocasiones conocidos como ‘bicicletas’)
conmemorativos de ‘El primer viaje’ de Hofmann

La bajona no perdona, y el doctorcito pilló paranoias al llegar a casa, pero como el único síntoma físico que sufría eran unas pupilas dilatadas como platillos volantes, se tranquilizó y disfrutó de su experiencia lisérgica. Hofmann, que falleció en 2008 con 102 años, luchó toda su vida para que le tomaran en serio y el LSD se utilice como tratamiento psiquiátrico y no solo como droja recreativa. 

Todo esto no sería más que una anécdota, pero en 1985, un profesor de la Universidad de Illinois fundó el ‘Día de la Bicicleta’ para conmemorar el primer viaje psicotrópico de Hofmann, un viaje que hasta hoy han realizado un sin fin de personas, locos y cuerdos, que buscaban quién sabe qué en sus cerebros. Desde Timothy Leary, Steve Jobs, John Lennon, Chimo Bayo y quizás tu vecina del quinto.


¿Conclusión? LSD, EPO,… ¿Más razones para subirse a la bicicleta? ¡Aunque no hacen falta más sustancias que tu propia adrenalina para disfrutar de un buen viaje en bici!"

Eh, niños, id en bici, pero no toméis drogas. En cualquier caso, yo sí os voy a contar mis razones para subirme a una bicicleta, y para celebrar esta fecha. Quiero celebrarlo porque, haciendo memoria, (redoble, que voy a sonar muy cursi) me he dado cuenta de que sobre una bicicleta he vivido algunos momentos especialmente Gonitos, con G. Voy a seguir la estrategia del contraste, y os lo voy a ilustrar con esas cosas que os gustan para rebajar la intensidad emocional. Allá vamos.


Aprendí a ir en bici de pequeña, como casi todo el mundo. En el apartamento de la playa de mis tíos, con la BH de mi primo, y en una tarde que debió ser un suplicio para más de uno. Nunca he usado la bici con regularidad, más por mi afición por caminar, a lo Labordeta, que por otra cosa, y no recuperé la costumbre de pedalear hasta hace algo más de dos años. Momento guay 1: cuando C. me re-enseñó a ir en bici, obviando mi torpeza inicial y con más paciencia que un santo. Debería escribir una frase lapidaria sobre el hecho de que volver a montar en bici es reencontrarse con la "infancia o, más exactamente, con las sensaciones que, al no tener edad, escapan a la acción corrosiva del tiempo" (que no lo digo yo, lo dice Marc Augé en Elogio de la bicicleta), pero en realidad fue más bien estresante. A todo esto, yo no me había hecho ninguna playlist para ir en bici porque bastante tenía con no volcar, pero dado mi entusiasmo por retomar el contacto con las dos ruedas, sé que habría empezado con algo como Voy con mi bici de los Pitufos Makineros:


Pero esto era el comienzo, y el comienzo fue en una bici del servicio municipal de alquiler (podría dar nombres, pero para mí es como Voldemort, me da yuyu decirlo) porque ojo, las bicis las roban, y para una paranoica como yo el hecho de tener un vehículo propio y, por lo tanto, sustraíble, era un plus de ansiedad que no estaba dispuesta a añadir a mi vida. No estoy de coña, si te roban la bici puedes acabar componiendo algo así:


Como digo, me costó dar el paso y convertirme en propietaria (si el concepto "hipoteca" ha cruzado por vuestra mente en este momento, olvidadlo, no forma parte de mi vocabulario). Y lo hice por una sucesión de acontecimientos que involucran a personas muy queridas y que os voy a relatar aunque no queráis. C., mi mentor/reeducador ciclista, me presentó a principios del año pasado a A. (ese es un momento muy guay pero no entra en este recuento). No es que A. fuera en bici, que no iba, pero a través de A. conocí, meses después, a S., que acababa de abrir Todobici (momento publicitario 2 - momento guay 2) y que durante un tiempo estuvo intentando convencerme para que comprara un biciclo (he dicho "biciclo"). Voy a resumir el resto como el típico "que no" - "que sí", hasta que, por fin, en el garaje de mi padre, encontré una bici y me convertí en rica heredera (momento guay 3):


Mi bici es una bici normal. Con frenos, con marchas, con el sillín acolchado porque mis posaderas (y las tuyas, piénsalo) se merecen lo mejor. Voy a decir algo que me puede condenar, pero me da igual que me veten la entrada en cafés-librería, que me impidan llevar gafas de pasta e incluso que revoquen mi derecho al brunch: no me gustan las fixies. Corrijo: sí me gustan, pero no son para mí. Me parecen bonitas. Pero también me parecen bonitos los ponis y no son mi elección prioritaria como medio de transporte. Sé que los fixters me miran de reojo desde el sillín Brooks de su fixie, lo sé, ellos leen mi mente y yo la suya, y dicen: All you haters, suck my balls:


Perdón, por si no ha quedado claro, sí, las fixies son muy cool:


Y es un hecho, me estoy quedando al margen de la modernidad. Que mi bici tenga el cuadro picado, lleve una pegatina de Orihuela (Alicante) y tenga cables (los de la transmisión y los frenos) me coloca en un nivel algo más bajo en la escala hipster, pero no os hagáis ideas equivocadas, mi bici es qualité, no como la de los pibes de Canilla Libre:


En cualquier caso, otra gran ventaja de la bici es que te proporciona cierta autonomía en el desplazamiento y cambia radicalmente tu noción de las distancias (y del tiempo). Te acerca a todo y te concede minutos extra - MAGIA. Personalmente, puedo decir que la bici abrió mi perspectiva de la ciudad a zonas que, tampoco nos engañemos, podría haber transitado a pie, pero que se prestan mucho más al ciclismo. Por ejemplo, ir en bici por la huerta valenciana es otro momento guay (y van 4):


No sé si realmente recuerdo estos momentos con cariño porque sí y la bici es un añadido, o si la bici es lo que añade a mi recuerdo de la escena un aura de felicidad. No voy a psicoanalizar este post. Pero (atentos que viene la marea de iniciales) sin necesidad de escarbar mucho me vienen a la cabeza cosas como ir a la playa con G., y con M., y con C., una excursión dominguera entre semana con A. y N. y un Día de la Bicicleta en Valencia que acabó con una foto con Manolo "el del Bombo" (que no veréis jamás en este blog) y en el que A. volvió a ir en bici tras un verano de intentos frustrados. Me he perdido en la cuenta del momento guay, pero hay muchos, y todos on a Motherfucking bike:


Vaya, parece que me he puesto un poco sentimental, pero si pensáis que una primera versión de este post empezaba con "anoche volvía a casa pedaleando y, mientras S. y sus amigos me adelantaban y se perdían entre las curvas del camino, pensé que nunca el tiempo dura tanto y a la vez tan poco como a lomos de una bici" veréis que me he cortado mucho. Reconocedme al menos ese métiro. Y ahora salid, muchachos y muchachas, a pedalear, y amad vuestra bici. Vuestra bici os ama también.


*Texto extraido de Hofmann, Albert (1981): LSD, My Problem Child